Y ahora nosotras, mujeres que escribimos, extraños
monstruos seguimos rebuscando en nuestro corazón
para hallar las dificiles respuestas,
seguimos esperando poder aprender a poner las
manos con mayor suavidad y sutileza sobre
las ardientes arenas. Ser con aquello que hacemos
más sencillamente humano. Llegar al profundo lugar
donde el poeta se convierte en mujer, donde no hay
que renunciar a nada ni cederlo en la pura luz que
refulge en el amante,
en la cálida luz que crea fruto y flor y esa gran
cordura, ese sol, el poder femenino.
May Sarton
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