sábado, 26 de julio de 2008

Nunca te ates




La imposición ata; el entendimiento, fusiona. Atar es la presión de la fuerza; entenderse es la caricia de la convicción.
Atar es adherir dos unidades usando una fuerza externa para que permanezcan juntas. Una fuerza que a veces se llama poder, a veces conveniencia o necesidad, y en los casos más tristes, brutalidad o temor obsceno.
Atar siempre es un ejercicio perecedero, porque por potentes y enrevesados que sean los nudos, cuando con voluntad irrompible el adherido desea deshacerlos, tarde o temprano los acaba desligando.
Atan los faltos de plumas en el alma (esta expresión me encanta, ;)), y los sobrados de arena en el cerebro. Todas las ataduras acaban podridas. Como las cuerdas.
Entenderse es acoplarse hasta encajar, es sostenerse mutuamente hasta fusionarse.
Entenderse es renunciar a la rigidez propia y estar dispuesto a oír, discernir y valora la opinión ajena. Es tratar de igual a quien le dices que es tu otro igual. No le mientes porque vas sobrado de la energía que da el saber escuchar para entender. Porque tu triunfo no es dominar para sostener, es el encajar para sostenerse. Como los arcos de medio punto, esas construcciones hechas con piedras que se unen a la perfección y lo aguantan todo por los años de los años, sin otro ensamblaje que su perfecto encaje de las unas con las otras.
Su fuerza para sostenerse y sostener empieza y acaba en ellas mismas, en su magistral acoplamiento. No es fuerza atada, es entendimiento fusionado.


Ángela Becerra

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