Dicen que existe en China una especie de bambú dotada de extrañas propiedades. Si se siembra la semilla en terreno propicio, hay que armarse de paciencia...
Efectivamente, el primer año no pasa nada: ningún tallo se digna brotar de la tierra, ni el retoño más débil. El segundo año, tampoco. ¿El tercer año? Nada. Entonces, ¿será a los cuatro años...? Que nadie lo crea. Hasta el quinto año no empieza a asomar el brote por entre los terrones. Pero luego, ¡el bambú alcanza una envergadura de doce metros en un solo año! ¡Qué «recuperación» tan espectacular!
La explicación en sencilla: durante esos cinco años, mientras no ocurría nada en apariencia, el bambú va desarrollando en secreto unas raíces subterráneas prodigiosas. Y eso es lo que, a su debido tiempo, le permite hacer una entrada triunfal en el mundo de lo visible, a plena luz.”
En el libro, el autor nombra a los "Niños Bambú", niños que parecen ser más atrasados en el aprendizaje como Einstein, que no comenzó a hablar hasta los tres años. Niños que reciben el aprendizaje lentamente, y que luego sale de forma creativa, adelantando así a todos los demás niños...
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